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Yo sí creo en las hadas, un pasaje por un mundo de fantasía

  • Catalina Maniago
  • 30 mar 2017
  • 8 Min. de lectura

Yo sí creo en las hadas


Siempre hablo de la niñez ya se, soy insoportable. Pero ¿no extrañan esa capacidad para inventar universos paralelos llenos de princesas, superhéroes, insectos de dos metros de altura y nubes con forma de unicornio?


Con todo este material, un niño de ocho años podría ser el autor del próximo best Seller o director de una película al mejor estilo Wes Anderson.


Nunca hay que dejar de mantener activa esa partecita de la cabeza del lóbulo derecho (que estimula la creatividad) para seguir volando muy alto. Y ¿cómo se hace? Muy simple, con los libros.


Cuando tenía once años, un verano como cualquier otro, viajamos con mi familia a Cariló. Este lugar siempre me había transmitido (y aún lo hace) una sensación muy fuerte en el pecho de que algo mágico va a suceder y esto se debe al bosque. Por más de que no se trate de un bosque nativo, es el único que conocí en mi vida.




Ese verano, como acostumbraba a hacer, fui a la librería del centro comercial a buscar mi próximo objetivo literario para disfrutar tirada en la reposera, abajo del sol.


Por alguna razón, siempre mis personajes favoritos de la niñez fueron las hadas. Me gustaban las hadas de los dibujitos animados como “El club winx” y de algunas películas de Barbie, que eran criaturas hermosas llenas de brillos y colores, cada una con un poder especial. Pero ese día en la librería todo este mundillo de colores mutó en algo un poco más oscuro y por así decirlo, turbio.


Las hadas no son como en las películas


Se trataba de un libro en cuya tapa tenía una ilustración de un hada en cuero (sus brazos sostenían sus tetas) y era enorme, muy llamativo. El libro se llama El maravilloso mundo de las hadas y se trata de un libro de investigación que hizo Roberto Rosapini Reynolds sobre estos seres que (me pregunté en ese instante con once años de edad) podrían llegar a existir en el planeta, acá, en el globito azul y verde. Directamente después de ubicar este libro, lo agarré entre mis manos y lo abrí, mirando con atención las imágenes que contenía. Eran imágenes fuertes. Principalmente porque aparecían muchas mujeres desnudas y yo no estaba acostumbrada a ver cuerpos sin ropa. Mujeres con las tetas del tamaño de una sandía, prácticamente desnudas y con un vello púbico tan largo que hasta se podrían hacer trencitas en ellos (habré pensado, quizás). Pero la curiosidad me pudo (¿esto es un hada verdaderamente? ¿Y qué pasó con campanita, qué pasó con el hada rosa del programa de la tele que puede lanzar una pelota de fuego multicolor y vencer al enemigo sin siquiera lastimarlo?) Me encontraba confundida, y no porque las hadas de las ilustraciones fueran tan diferentes a las que yo conocía e imaginaba, sino porque en la parte del costadito del libro se especificaba que el contenido estaba hecho a base de una investigación. ¿Cómo hizo para saber cómo se ve un hada? ¿Cómo son sus alas, su cuerpo, sus costumbres? Todo esto lo averiguaría después.


Cuando llegué a mi casa subí al tercer piso de la misma que alquilamos con mi familia (era una cabaña del tipo de campo) y me encerré a sumergirme en las páginas del tesoro que acababa de encontrar. Era casi la hora de cenar, el sol se estaba poniendo y yo estaba ahí, sola, leyendo las páginas gruesas y con olor a colonia de pino (todo en Cariló tiene este aroma). Por la ventana se veía el árbol menearse con el viento y hacía calor. De más grande me enteré que el sustento de esas investigaciones eran leyendas féricas y tradicionales de diversos países, generalmente de Noruega, Finlandia y demás países escandinavos. Supongo ahora que es porque allá hay mucho bosque y no tanta cantidad de habitantes y la historia es muy antigua, no como acá en América.




Los orígenes de estos seres se considera (aunque es muy difuso saber si esto es cierto, teniendo en cuenta además si uno está dispuesto a creer en algo) se remonta en los tiempos más antiguos de la Tierra, cuando los mares y los cielos no estaban en formación. Existen muchas teorías, dice Roberto Rosapini Reynolds “pero casi todas coinciden en que descienden directamente de espíritus primitivos del planeta; y esta teoría tiene su confirmación con la íntima relación entre las hadas y la Naturaleza”.


Con esto ya sabemos desde ya que el hecho de creer o no en las hadas es una cuestión de fe. Para empezar, ¿existen los espíritus? ¿De dónde nacen; son las almas de las personas que ya murieron o son acaso criaturas de una dimensión paralela?


Otras teorías sostienen que las hadas son ángeles caídos que fueron expulsados del cielo por el Todopoderoso. Y entonces uno dice ¿tengo que creer en un ser todopoderoso necesariamente para creer en las hadas? Pero acá hay otra cuestión: también se presume un supuesto mundo de las hadas, que da a entender es uno paralelo al nuestro, al que se puede acceder si se toca una roca de las hadas con un ramillete formado por siete capullos de prímulas (al parecer, una flor muy especial para las hadas) implantados sobre el mismo tallo. Ni idea. El punto es que no hace falta creer en un dios para imaginar la posibilidad de que existen seres vivientes en una realidad paralela, que pueden llegar a ser o no espíritus de personas ya muertas o ángeles desterrados. Son teorías que se amoldan a muchos pensamientos, sean científicos o religiosos. No sé si creo o no en las hadas, pero me gustan las leyendas nativas, sobretodo si estoy en el medio de un bosque mirando las estrellas y tengo la sensación de que cualquier cosa puede pasar (algo lindo y con alitas, no un gordo con un hacha, cabe aclarar).


Para darles una idea sobre lo que vendría a ser un hada según el libro voy a acotar una leyenda sobre una especie (sí, se dividen por especies). Por ejemplo, existen hadas terrestres, como las Fate, cuyos cuerpecitos son menores al tamaño de un zorrillo y sus orejas son al mejor estilo Shrek. La leyenda cuenta que unos muchachos que vivían en una aldea cercana a la ciudad de Siblink, Dalmacia, se encontraban a la luz de la luna charlando, imagino que en el medio de un paisaje frondoso, y surgió hablar del tema de las hadas y los duendes. Una de las mujeres que estaban allí declaró que no creía en la posibilidad de que estas pequeñas haditas existiesen, las Fate.


"Definitivamente, pienso que todas esas zarandajas sobre las hadas no son más que cuentos de vieja, y para demostrarlos, voy a dar un paseo sola hasta el arroyo y verán que no me harán nada, simplemente porque no existen”.


En resumidas cuentas, los amigos de esta mujer no pudieron encontrar el cuerpo en toda la noche hasta la mañana siguiente, muerta, yaciendo en un árbol con su propio huso (palillo filoso para tejer) atravesando la garganta.


¿Ven? Nada que ver a Bloom del Club winx. Se ve que estas hadas son muy resentidas y además de eso, protectoras de los lugares en los que habitan, generalmente arroyos y árboles. Las hadas viven en su dimensión, pero pueden hacerse ver al ojo humano cuando lo desean, ya sea para asustarlos o para hacer una acción bondadosa. La realidad es que si esto sucede no es en una ciudad como Mar del Plata, en Capital Federal o en cualquier urbe por el estilo. Es como creer en los fantasmas: creer o reventar. Yo elijo creer en todo lo que pueda comprobarse y además poder volar un poquito y creer en la existencia de estos seres tan particulares y que a tantos libros han dado sustento. Ya hablaremos de eso.


Quiero nadar en una montaña de cuentos de hadas


Entonces ya aprendimos que los famosos cuentos de hadas provienen de leyendas muy antiguas. Y a partir de estas leyendas surgieron cuentos, también muy antiguos, en los cuales las cosas no son tan bonitas como te los pintan en los remakes de libros para colorear o películas de Disney.


¿Conocen a los hermanos Grimm? Ellos fueron los creadores del género fantástico. No es que estos cuentos y leyendas no existieran anteriormente, sino que eran simplemente historias que se conocían en diferentes sectores del mundo y se iban difundiendo de boca en boca. Pero a partir de los hermanos Grimm la gente empezó a llamar este estilo por su nombre


.Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm nacieron en la localidad alemana de Hanau a principios del siglo XIX. Fueron criados en una familia tradicional burguesa de Alemania.Tienen publicados un número generoso de obras, pero naturalmente el más conocido es su libro de cuentos infantiles. Surgió en la invasión Napoleónica. En Alemania se difundió una ideología de nacionalismo para que no se perdiera el sentimiento de pertenencia, entonces a los Grimm y un amigo más se les ocurrió hacer la recopilación de cuentos destinados a los niños. Los cuentos tenían duras críticas de los editores y fueron censurados en gran parte, ya que tenían contenido muy fuerte para que lo leyera un niño de diez años o menos, y ellos se defendían diciendo que no eran cuentos para jóvenes.


Puede que los cuentos hayan tenido un contenido un tanto chocante para un nene pero, ¿no está bien acaso informarlos y hacerlos saber sobre la realidad de las cosas? ¿Advertirlos? Lo que más me llama la atención, más que las versiones de los hermanos Grimm (sí, son recopilaciones versionadas) son las de otras partes del mundo y sus verdaderos significados. Por ejemplo; el escritor John Connolly (mi escritor favorito) cuenta en su obra “El libro de las cosas perdidas” que Blanca Nieves y los Siete Enanitos es quizás uno de los cuentos más populares del mundo, con versiones en Asia, África, Escandinavia, Sudamérica y Europa, lo que hace que surjan cambios (¿sutiles?) en cada una de las versiones. Sigue contando Connolly, los Grimm hacen que la madrastra malvada le pregunte al espejo quién es la más linda, pero en otras culturas, la bruja habla al sol, a la luna e incluso con un pescado. En algunos cuentos se sustituye a los enanos por osos, ladrones, ancianas, entre otros. Dice John: “Está claro que, por un lado, Blancanieves trata del conflicto entre madres e hijas, y es interesante comprobar que, en muchas versiones de la historia, es la madre de Blancanieves la que envidia su belleza. Tengo que reconocer que los Grimm tenían una visión muy sentimental de la maternidad, seguramente debido a su infancia, y solían convertir a las madres en madrastras siempre que podía: y; aunque lo cierto es que el cuento de Blancanieves es uno de los más conocidos, también lo es que se trata de uno de los más esterilizados a lo largo de los años, desde los instintos caníbales de una madre-madrastra (Disney se contenta con la orden de arrancarle el corazón a la niña; los Grimm prefieren los pulmones y el hígado”). En los cuentos más tradicionales, Blancanieves se ve obligada a bailar con zapatos de hierro al rojo hasta su muerte, a pedido de la reina malvada.




Esto es para mí un verdadero cuento de hadas. Uno en el que haya sangre, incesto, celos, todo lo más oscuro de las relaciones humanas exponenciado al mil y contado desde una época remota. Me parece algo apasionante y sobre lo cual vale la pena seguir investigando. Ya nombré algunos libros, y como los que dije hay mil más. Están desde la saga de Harry Potter, la trilogía Fairy Oak (es muy juvenil pero te da ganas de leerla tomándote un nesquik calientito) El hobbit (no lo leí, que falta de respeto hacia todo) y por qué no la saga de Canción de Hielo y Fuego (Juego de tronos, como se llama la serie).


Personalmente, mi libro favorito del género es El libro de las cosas perdidas; porque en cada suceso y capítulo se esconde no solo una referencia a un cuento de hadas tradicional, sino porque también esconde, como ya dije, los sentimiento más profundos del ser humano. Desde la superación de la muerte, el miedo a exponer tu sexualidad, los celos, el terror. El miedo puebla gran parte del libro y es algo que me dejó marcada. Así que ya saben, si se van para el sur del país o a donde sea que puedan estar mirando a las estrellas sin ningún edificio que interfiera, agarren ese libro.


Lo interesante de este género literario es aprender a ir rompiendo barreras en cualquier aspecto de la vida, por lo menos a mí me sirve así, es decir, no quedarse en un policial en que te podés basar únicamente en los hechos. Es aprender a imaginar, a improvisar de una manera más linda en lo que sea que te guste hacer.


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