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"El guardián entre el centeno": reflexiones sobre la adolescencia

  • Catalina Maniago
  • 19 jun 2016
  • 5 Min. de lectura

Personalmente, admiro mucho más el comportamiento de un niño, antes que el de un adolescente. Los nenes tienen todo muy claro, independientemente de que no consten de mucho conocimiento: todo lo que hacen es para aprender algo nuevo. Y, a veces, el no tener el concepto previo de las cosas, les juega a su favor. Porque ven una cosa y agarran de su universo mental muchos puntos de conexión para buscar las funciones de esa "cosa", sea un objeto o una idea. Los nenes tienen buenos argumentos porque no tienen barreras, y además de eso, cuestionan todo y no se dejan engañar por nadie, a menos que les digas que si jugás con barro la princesa Rapunzel no te va a invitar a su cumpleaños.




El adolescente, en cambio, ya salió de ese mundo de cuentos mágicos donde todo era posible. Están recién salidos del horno educativo: ya se estableció en sus cerebros qué es y qué no es socialmente correcto, y ya se empiezan a generar los grupos, bajo los cuales existen pautas que hay que cumplir. Las restricciones parecen ser parte de la sopa de letras de todos los días. Y ante estos desperfectos, y como consecuencia de ellos, empiezan a manifestarse las diferentes ramificaciones del miedo: miedo a enamorarse, miedo a no encajar, miedo a no decir lo correcto, miedo a equivocarse. Se pierde lo que se tenía en la infancia, que es la experimentación de hacer cosas nuevas como una aventura. Para transformarse en una situación negativa que ya nos posiciona en un lugar lleno de puntos en contra. Entonces, a la hora de lanzarnos al abismo, estamos con la ropa agujereada y golpeados de inseguridades.


Esto no es una opinión de la adolescencia, en realidad (aunque todo indica que lo sea). Es una reseña de un libro que se trata de justamente eso: ser un adolescente. La adolescencia, según un adulto, J.D Salinger. Muchos se preguntan qué lo hace un clásico de la literatura moderna, tratándose de la vida de un adolescente x al que no le sucede nada del otro mundo. Recuerdo haber leído un par de capítulos a principios del año pasado: los leí rápida e impacientemente, en la espera de que apareciera algún hecho importante en el libro. ¿Cuánto más va a durar la introducción? Lo dejé.


"No, tía, lo que pasa es que no me gustó la traducción"

"Pero lo leyeron tu abuelo y tu primo y dicen que está buenísimo"

No le encontraba la gracia.


Casi un año después, después de que me lo hayan recomendado muchas personas, me lo compré. Claro, sin tener idea de que lo había leído un año antes. Uno, dos, tres capítulos ¡Pero si yo ya leí esto!


La diferencia era que en ese momento, lo estaba leyendo de una manera completamente distinta. Y que pasó a ser uno de mis libros favoritos. No tengo ni idea de la razón, pero supongo que fue porque en un año la perspectiva de uno puede cambiar un montón, más si somos adolescentes, más si todas las charlas/influencias que tenemos todos los días nos influyen de una manera fuerte.


"El guardián entre el centeno" puede ser uno de tus libros favoritos más probablemente si lo leés en inglés. Pero, yendo más allá de su traducción, lo que atrapa del libro es el personaje principal: el adolescente Holden Caulfield. El libro narra en primera persona de Holden, dos días enteros del personaje al ser echado de su tercer colegio. Muchas cosas pueden pasar en dos días, por más chiquitas que sean. Pero lo más importante es lo mucho que podés conocer a una persona en un seguimiento de dos días de su vida. Es difícil soltar a Holden después de haber pasado dos días enteros con él, porque le estás diciendo chau a una persona con la que te sentiste identificado en varios aspectos (si sos un adolescente).


¿Qué es Holden Culfield? La personificación de la adolescencia. Holden está confundido y esta confusión hace que esté todo el tiempo buscando la manera de llenar esa parte que le falta. Pero no sabe como, entonces hace lo que cree que va a mejorar la situación y al darse cuenta de que no es lo que quería, se entristece. Y, entonces, dice querer algo y después se da cuenta de que en realidad quería lo opuesto.


Lo interesante del libro es que muestra todas las facetas de una persona que está en vías de desarrollo-----su cara más insensible, su costado que pretende ser algo que no es, y finalmente, su cara real: cuando no queda otra que sincerarse con uno mismo.


Además, es un recorrido turístico por la ciudad de Nueva York de los años 50, otra característica que le deja unos cuantos puntos a su favor. Obviamente, las cosas eran muy diferentes en esa década a comparación con la actual, y está bueno sumergirse en un mundo en donde no existían las computadoras y los celulares y no existía el perreo y el twerking.


Lo mejor de Holden, a mi parecer, es su constante necesidad de encontrar lo más humano de las personas, característica que lo llevaba a decepcionarse ante la frivolidad del mundo que lo rodeaba. Adolescente incomprendido. Me parece haberlo escuchado en otro lado.


Para escribir esta reseña, hicimos una pregunta clave a personas que están terminando esta etapa: ¿Cómo describirías tu experiencia como adolescente?


Las respuestas fueron similares entre sí, salvo unas pocas excepciones. La mayoría de ellos vio esta "pérdida" como una mezcla entre alivio y miedo. Alivio porque la etapa que están por terminar constituyó un pedazo de vida cargado de incertidumbres, donde todos nos esforzamos por tener una identidad ya construida y formada. Cuando, justamente, el objetivo de la etapa es conocer muchos caminos y experimentarlos en nuestra propia piel para salir de éstos siendo una persona hecha y derecha. Y el miedo radica en que al ser esta nueva persona nos encontramos con responsabilidades y obligaciones que nunca antes habíamos tenido.


Como es de esperar, no todas las personas viven la etapa bajo las mismas circunstancias. Al hacerle esta pregunta a los diferentes adolescentes, me encontré con que algunos de ellos dieron una respuesta totalmente diferente a la de la mayoría, que resultaban ser mucho de lo mismo. La diferencia entre la mayoría y la minoría, es que los segundos se vieron obligados a crecer antes de tiempo. Sus familias los educaron para que aprendieran a tomar responsabilidades desde la niñez, entonces para ellos no existían las típicas restricciones que tiene un niño tipo. Al preguntarles sobre la siguiente etapa que estaban a punto de abarcar, no expresaron miedo porque para ellos siempre fueron la misma persona. Es decir que el hecho de haber tenido que crecer antes de tiempo, y haber tenido otra relación con sus padres (más diálogo formal) los incitó a formar una personalidad mas o menos madura antes de tiempo, ya que contaban con un pensamiento crítico a una edad prematura.

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